Sudando la gota gorda por delante y detrás debido al calor, la casa se encontraba alterada, sus colores antes brillantes, ahora están deslavados por tanta humedad que sale del piso y las paredes. Abre sus ventanas cual ojos asombrados y su puerta delantera está abierta con el tapete en el suelo como si fuera la lengua de fuera para respirar y refrescar.
En momentos se siente leves movimientos que parece estar temblando, pero realmente las pequeñas plantas sembradas al frente se agitan para refrescarse.
La casa le pide al limonero que se encuentra sembrado, en la parte de atrás y es grande que se extienda hasta el techo, para refrescarla, al darle sombra. Pero el limonero envidioso y muy poco cooperador, se queda tranquilo disfrutando de la sombra que le dan sus ramas. Desesperada la casa con el calor, decide romper una tubería del agua y regarla por el suelo, con eso siente mucho alivio por un rato.
Por fortuna se inicia una fuerte lluvia y gran viento que penetra por ventanas y puertas, pero en el patio trasero se escucha un gran estruendo, al caerle un rayo al árbol de limón y la casa se queda de pie y fresca, viéndolo y le dice ¡hay que compartir ¡ o serás castigado. El limonero triste se queda, medio de pie con la perdida de muchas ramas y hojas y una gran chamuscada. La casa ya fresca y tranquila se queda pensativa y preocupada por el limonero y abre su puerta trasera para verlo y disculparse.
Mientras observa esta escena la tierra que separa la puerta del limonero, rebosante de agua o bien lodo y se da cuenta de la intención de ambos en reconciliarse, pero se apenan de su conducta.
Para romper ese silencio decide aventar manchas de lodo a las paredes de la casa y al limonero, con eso ambos despiertan y sueltan la carcajada.
Y no volvieron a tener calor .
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